
A esta hora encuentro todo el vagón solo para mí. Bueno, solo para mí y para la chica de enfrente. Me mira fijamente a los ojos y yo no desvío la mirada.
Es guapa, lo sé a pesar de sus ojos hinchados. Ha llorado, su novio le habrá dicho cosas horribles, cosas como que deje de agobiarle, que no sea tan celosa... Ahora se ha puesto a llorar, seguro que se ha acordado de cómo le ha gritado y la ha dejado sola en medio de la calle para volverse él en su moto... Por eso que volverá sola en el metro.
“Ese chico no te conviene”, le habrá dicho su madre”. “Déjale, se comporta como un estúpido”, le habrán dicho sus amigas... Qué sabrán ellas cuánto le quieres.
Un chico se sube al vagón, pero al ver las lágrimas, decide irse a otro. No te preocupes, yo me voy a quedar aquí, sosteniéndote la mirada, no

me importa que llores si eso te hace sentir mejor.
Te sonrío tímidamente, me sonríes de la misma manera mientras te secas las lágrimas con la manga de la chaqueta. Se te ha corrido el rímel y la chaqueta se ha manchado. Con lo guapa que te habías puesto para hoy... ¿Cuánto tiempo habrá tardado la peluquera en hacerte ese peinado? ¿Cuánto tiempo habrás estado frente al espejo para maquillarte? Te has puesto unos tacones de esos que te destrozan los pies, pero que combinan tan bien con el vestido que llevas puesto... Todo ese tiempo invertido, solo para disfrutar de la expresión de su cara nada más verte... ¿Cuál habrá sido la de la tuya al escuchar lo que él te decía?
Examinas la mancha de la manga, tardará en salir y te pones a llorar de nuevo. El metro vuelve a detenerse y sube una pareja que entre risas pasa de largo, pero yo sigo mirándote. No te preocupes, yo sigo aquí.
Durante unos instantes no puedo verte, un guardia con su perro pasan por delante, él se me queda mirando, aparto la mirada, no es a él a quien quiero ver. Cuando pasa del todo vuelvo a mirarte, tienes una mueca desdeñosa, con los labios fruncidos de una manera muy divertida, lo cual me hace reír. Y tú ríes.
Te secas completamente las lágrimas sin dejar de observarme, que la chaqueta esté manchada ha dejado de importarte. Te susurro imperceptibles palabras de ánimo y me las devuelves. Yo se que eres fuerte.
Llega mi parada, me levanto y te doy la espalda. Salgo del metro y el aire helado me golpea la cara, los brazos y las piernas mientras sostengo mi chaqueta en la mano, que acaba en la primera papelera que encuentro. La verdad es que esa chaqueta me gustaba mucho, pero está manchada y me recuerda a él.
¡¡Besteeeeez!!
Plebe.
PD: Lo presenté al concuros ese de relatos del metro de Barcelona, pero como no me tocó anda, ya puedo publicarlo aquí xDD
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