Duerme, cachorro, en tus sueños conscientes de
otras realidades. Sonrío a tu lado mientras miro tu rostro. Tu corazón
és muy grande, y no por herencia, si no por convicción. El hijo de la
Diosa. Este amor por los tuyos pronto los va a salvar a todos. ¿Qué
será de ellos si te pierden? Me gustaría que supieses que el alma del
oso habita ya en mi reino.
¿Y vosotros? Los tres. ¡Que fácil es confundir lo que se siente por lo que se desea sentir! Sois jóvenes, ya aprenderéis.
En sus sueños el hombretón vuelve a ver a Fenris. Está en el río, ajeno
a todo, excepto al gran lobo de fuego que le espera sobre la cascada.
“¡Padre!” le grita, desesperado, “Padre, ¿porque no puedo llegar a ti?”
Fenris se levanta y mira triste al crinos del río. Sus ojos se empañan
de lágrimas. Esta era su última oportunidad, y no lo ha entendido. Sólo
podemos esperar que el apego que siente por su gente le ayude a
comprender. Si no, todo estará perdido.
El indio está soñando. Abre un puente lunar acompañado del lobo. Lo
sabes, él es como tú. Por eso, permíteme que te lleve de la mano a
otras imágenes que tú conoces bien. Vas comprendiendo, vas viendo que
es lo que ella pretende. ¿Te acuerdas que le viste el rostro? Vuelve a
mirarlo, estás de nuevo frente a ella. “¡Mátalo!” te dice. Tú no puedes
hacerlo, es tu hermano. “Pues yo te mataré a ti, antes que otros te
sigan, antes que otros me traicionen.” No sientes miedo, pero sabes que
si vuelves a encontrarte con ella, uno de los dos no va a sobrevivir.
Éste es tu destino. Y antes que finalicen tus cortos años de vida, ella
volverá a ti, intentará cumplir su amenaza. Ahora ya lo sabes todo,
actúa en consecuencia.
Escucho un grito. Le miro, es el joven metis. Me acerco a él y miro
dentro de sus sueños. Veo un recuerdo, esta vez sí es de él. Un niño
ciego y albino, se esconde. Sus padres lo protegen pero él escucha sus
corazones detenerse. Un ataque. El enemigo es muy poderoso. No llora,
no puede, el dolor es demasiado grande. Pero le encuentran, y terminan
con su vida. El alma del pequeño se eleva, y la que será su otra alma
lo ve. Y le abraza. “Madre, los años que me quedaban de vida, dáselos a
él.” Le pide a la Diosa. Dos metris, albinos, ciegos… Como viniste,
volverás. Y Gaya se lo concede. Las dos almas sonrientes, abrazadas,
vuelven de nuevo al cuerpo del niño, una consciente, la otra, la más
poderosa, dormida.
Hoy debéis regresar. Ahora emprendéis el viaje en solitario. Que la
Diosa vele por vosotros, porque estáis llamados a ser los héroes de los
últimos tiempos. Benditos seáis.
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