Lunes, 14 de septiembre de 2009
Por Byjana @ 0:52  | Relatos
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Rastalf se acercó por detrás de Pachiego, sigilosamente. Éste había entrado en la casa que les hacía de albergue y había vuelto con su ordenador portátil entre manos. Se había sentado a cierta distancia de Artemisa, que esperaba plantada y con los brazos cruzados. Sus dos compañeros volvían a hacer gala de su irreconciliable rivalidad. Había sido una extraña jugada enviar a la Furia a pedirle el ordenador al vasco. El hippie se olía que a lo mejor necesitarían su ayuda… para no matarse mutuamente. Se mantenía al margen pero aguardaba. Pachiego había encendido el ordenador. Silbaba desafinadamente mientras tecleaba con sus manazas. Las luces de la pantalla empezaron a vibrar. Primero un pantallazo azul y la tonada que precede la aparición del escritorio. Pantalla en tonos pastel y un cuadradito blanco. Vio que el Fenris escribía siete asteriscos. El escritorio con sus accesos directos se abrió al fin. Una imagen en la que dominaban los tonos carmesí presidía la pantalla principal. A Rastalf le picó la curiosidad. Se acercó cautelosamente un poco más, sus dos compañeros no habían reparado todavía en él. La imagen llena de matices rojos, negros y blancos no era en verdad lo que le había parecido ver… ¿O sí? Pachiego había seleccionado una carpeta y se abrieron varias ventanas. A medida que las imágenes se despegaban, el galliard seleccionaba la orden “suprimir”. Una a una las iba borrando. Por el ángulo que tenía el ordenador, Artemisa no podía ver el contenido de esas imágenes… Pero él sí.

-Pachiego… ¿Eso que estás borrando son…? –Dijo el hippie, incrédulo. Eso no se lo hubiese esperado de Pachiego. Éste se sonrojó exageradamente, tanto que Rastalf no supo donde terminaba su cabello y donde empezaba su cara. Se giró hacia él con mirada amenazante. De un golpe seco plegó el portátil.

-¡Tú no has visto nada! ¿Me entiendes? –Gritó el vozarrón del Galliard, atropelladamente. Su rostro estaba totalmente congestionado.- ¡Ahíva la ostia! ¡Y que te importa a ti! ¡Yo tengo en mi ordenador lo que a mí me apetece tener! ¡Joder!

-¡Eh! No te pongas así, tío, es que me ha sorprendido que tú…. –Dijo el Rastalf.

-¡No me jodas, ahíva la ostia! –Pachiego, todavía colorado hasta las orejas, sacudió un dedo amenazador delante del hippie.

-¿Llevaz mucho rato ahí ezcondido? –Le preguntó Artemisa, para intentar evitar que el hombretón de la chapela le pegara una paliza al Hijo de Gaya.

-Eh… bueno, os he seguido y tal… por si podía ayudar. Y… –Dijo Rastalf moviendo su cabeza afirmativamente arriba y abajo.- lo he visto todo.

Una angelical sonrisa se adueñó de su rostro, mientras que el rabioso Fenris amenazaba con cambiar a crinos y despedazarles allí mismo a los dos. En un arrebato de autocontrol, Pachiego le tiró el ordenador portátil a la mujer y se marchó de allí con grandes zancadas ofendidas. Los dos compañeros empezaron a reír escandalosamente. .



-Tú eres Shinji Lobo del Templo, ¿verdad? De los Contemplaestrellas. –Dijo el crinos albino.

-Sí, para mí es una sorpresa y un honor que conozcáis ya mi nombre.

-¡Buá! Si Gabrié el siego jcucha argo una vé, no lo orvida nunca. –Dijo el chico del cabello alzado.

-No sé si es buena idea. Será un viaje arduo y una tarea dura… -Contestó Demothy.

-Lo será menos si estoy con vosotros en vuestro camino y os ayudo en todo lo que pueda. –Contestó, firme, el lobo.

-¿Tu alfa ya sabe que quieres unirte a nosotros?

-Se lo comunicaré.

-Si él está de acuerdo, yo no voy a impedirte que vengas con nosotros. Pero tienes que tener presente que será peligroso, y no podremos estar pendientes de tu seguridad. Deberás demostrarme tu valía como guerrero enfrentándote con…

-¡Con er hippie! –Le cortó el chico rubio del cabello de punta.

-Ejem… -Carraspeó el alfa de la Luna Fría.- Eso iba a decir, con Rastalf.

-Aceptaré la prueba. –Dijo el lobo, confiado. Había visto al chico al que hacían referencia, en el juicio. Un joven enjuto, con ojos soñolientos y los cabellos enredados como cuerdas. –Con tu permiso me reuniré con mi alfa para comunicarle mi decisión de partir con tu manada.

El chico de la trenza no respondió. Shinji hizo una reverencia y se alejó. Aunque había visto más de seis veces la luna llena vistiendo el cuerpo de hombre, todavía se sentía patoso al andar sobre dos piernas. Su decisión era firme, estaba escrito. Él debía partir con ellos. Le explicaría a su maestro que había tomado su decisión. Él le entendería. Avanzó hasta el linde de la arboleda nevada que rodeaba el túmulo. Allí le encontró. Sentado a los pies de un gran abeto, sus manos recogidas sobre el regazo y los ojos entreabiertos mirando al vacío. Estaba meditando. Él se sentó a su lado, silencioso, y esperó que su maestro finalizara su rezo. Los minutos se hicieron eternos.

-¿Así que has decidido partir junto con la manada de la Luna Fría? –Le dijo de improviso su alfa.

-Maestro Akira Que Mira Sueños, yo… -Dijo el lobo. No se había imaginado que conociese ya sus intenciones.

-No hace falta que te justifiques, ni que digas nada más. Eres libre de partir cuando lo desees, siempre lo has sido. Los ancianos dijeron que las estrellas hablaban de tu destino al lado de una manada caída en desgracia. Debes seguir tu hado, aunque éste te aleje de nosotros.

-Maestro… -Repitió el lobo.

-Shinji, te he enseñado todo cuanto yo sé. Y tú me has enseñado también cuanto yo debía aprender de ti. Nuestros caminos se separan para que la vida siga su curso. No mires atrás. Quizá más adelante volvamos a encontrarnos.

El lobo en cuerpo de hombre miró a su alfa y mentor. Había compartido muchas cosas con él. Aunque fuera humano de nacimiento, era sabio y bondadoso, y se había hecho cargo de él desde su primer cambio. Lo recordaba cómo si fuera ayer. Aquella sensación de desnudez, de confusión, de extraños pensamientos y sensaciones que se agolpaban en su mente. Sus garras deformadas en largos apéndices a los que luego aprendió a llamar dedos… Corría confundido por el bosque, sin estar seguro que no fuese sólo un sueño. Ya le habían hablado de su herencia y sabía desde muy joven que eso podría pasarle, pero cuando el primer cambio ocurre, de nada vale saberlo. Sólo se puede comprender si se vive. Y esa noche de hace aproximadamente seis meses en el cómputo humano, El Que Visita El Templo, un joven lobo, hijo de una loba garou llamada Siente Los Vientos, cuando contaba con dos años de edad, sufrió el primer cambio. Su cuerpo mutó a crinos, y se sintió poderoso. Corrió y corrió por los bosques de las montañas Shirakami, hasta que el cansancio pudo con él. Su enorme cuerpo de guerrero se relajó pero algo ocurrió, y en vez de resbalar a su forma original de lobo, su cuerpo se transformó en humano. Avergonzado y confundido, avanzó sobre sus dos piernas, torpemente, por entre los árboles hasta llegar a un templo humano. Conocía bien ese templo, desde muy pequeño, los parajes de su alrededor le habían llamado la atención. Siempre que podía se escapaba de su manada para observar aquella extraña construcción y escuchar el sonido de las campanillas de viento colgadas en su porche. Ese templo le había dado su nombre.

-¿Quién eres tú? –Le preguntó una voz humana. ¡Y él la había entendido!

-Soy El Que Visita El Templo. –Respondió el lobo con su garganta homínida. Los humanos que le observaban llevaban telas del color de la noche que cubrían sus cuerpos. No tenían pelo ni en sus cabezas. Llevaban una cuerda llena de piedrecillas redondas en las manos.

-Eres el hijo de Siente Los Vientos, ¿Verdad? –Le preguntaron. El respondió que sí con la frente. El humano que había hablado primero se quitó el manto que llevaba y se acercó al lobo. Éste se dejo cubrir con la tela. El monje lo abrigó y le condujo al interior de templo.

-Soy Akira Que Mira Sueños. Te estábamos esperando. Tienes mucho que aprender. No serás llamado más El Que Visita El Templo. Éste será tu hogar y tu nombre será Lobo Del Templo. Bienvenido.

Admirado, entró en la construcción de madera de vivos colores. Al pasar al lado de las campanillas de viento, iluminadas por el blanco sol naciente de su primer día como garou, sonrió. Ese iba a ser su nuevo hogar. Lo había sabido desde siempre, por eso acudía allí, por eso se añoraba cuando no podía venir a ver el templo. Su destino estaba escrito ya en algún lugar. Ahora su destino debía cumplirse. Abandonaría el templo. Se uniría a la Luna Fría.

-Gracias maestro.- Le dijo. Se levantó y se inclinó delante de su alfa. No se dijeron nada más. Shinji partió de nuevo al encuentro de Demothy.


Tags: Manada_Luna_Fría

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