Mi ojo empieza a cerrarse sobre las tierras del
hielo eterno. Hoy ha sido un día largo, una noche triste. Uno de la
manada se pierde, otro se gana. Esta es la vida de los garou. Lagrimas
en algunos, recelo en otros, pero la mujer de Gaya ha intentado
ayudaros. Vuestra búsqueda os llevará hacia la mujer malvada. Sois los
únicos que podéis pararla. Vosotros y él, que os mando en estos tiempos
difíciles. Único entre extraños, perdido entre sus iguales, una alma de
intenso poder. Pronto le conoceréis, pronto seréis uno con él.
Me acerco a ti, cómo otras noches, mi querido Monoquebaila, y te
hablo en sueños de nuevo. Escúchame y recuerda, así sabrás lo que ella
pretende, sabrás lo que quiere y a lo que vais a enfrentaros, lo que
debéis detener. Acuérdate de la aldea que te mostré. Acuérdate que
estuviste a punto de matar a tu hermano. Eso sucedió hace tiempo y
volverá a pasar. ¿Quién te ordena tal atrocidad? Mírale el rostro y
recuerda. ¿La ves? Es ella, y en tu sueño, para que no lo olvides,
también lleva sus eternas gafas de sol. Aunque su cuerpo no es humano,
es crinos. ¿Lo entiendes? Ya sabes lo que pretende. Ahora búscala.
Termina con ella.
El hombretón que oculta mi luz se remueve en sueños ¿Qué hace?
Fenris le da otra oportunidad. El río, la cascada… y los pedazos de sus
compañeros de manada flotando en el río. Él sale del cauce y busca al
culpable. Lanza su desafió al viento y nadie aparece, pero Fenris le
observa, interesado. Parece que está comprendiendo. No ve al culpable y
vuelve a las aguas. Avanza y el gran Lobo le da la espalda. Escucha al
sabio, cachorro, quiere que aprendas.
¿Y el cachorro albino? Ha sentido la tristeza por haber fallado en
su misión y a Gaya. Ha sentido sus propias garras clavarse en su pecho.
Ha notado los últimos latidos de su corazón. Ha vivido su propia
muerte. Su alma se eleva y siente el calor de la Diosa. Unas palabras
hermosas resuenan sobre el mundo y su alma las escucha.
-Mi querido hijo, no me has fallado. Lástima que no lo puedas ver.
Las tribus se han unido bajo una misma bandera. Miembros de todas
ellas, sin excepción, se encuentran fuera de estos muros para presentar
batalla, para salvarte. No llegarán a tiempo, pero terminarán la misión
que te encomendé. Unir a todos mis hijos. Lo cumpliste, nunca me has
fallado. Lamento que hayas tenido que pasar por esto, pero te
compensaré, porque tal cómo viniste volverás, para vivir los largos
años que te han sido arrebatados. Para unir a las tribus de nuevo, para
vencer junto a ellas a mi gran enemigo. Descansa ahora en mi seno,
querido hijo, hasta que llegue el día en que regreses de nuevo entre tu
pueblo.
Poco a poco vas descubriendo lo que hay en tu interior, lo que se va a
esperar de ti. Por eso estás entre ellos, necesitarán de ti, como tú de
ellos.
Ahora despierta, junto a tus hermanos de manada. Hoy es el primer día del resto de vuestras vidas.
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