Habían salido al sucio y ruinoso patio interior
del edificio. Las esquinas estaban llenas de basura, maderas podridas y
piezas de metal en avanzado estado de corrosión. En el medio del patio,
unas baldosas señalaban un círculo del tamaño de un paraguas abierto.
Sobre ellas los gitanos pusieron un espejo del mismo tamaño,
ennegrecido y sucio, y bastante rallado. Era el eje del túmulo, su
centro neurálgico. Desde allí abrirían un puente lunar a Noruega.
-Mejor que les llames ahora. Difícilmente tendrás cobertura donde
vamos. –Le dijo la mulata. Le había dado las indicaciones precisas de
cómo llegar por el mundo físico. Se lo diría a los chicos por teléfono
para que se reunieran con ellos en el túmulo de Konietzo.
Llamó a Natasha. Su voz agresiva sonó al otro lado de la línea. Le
contó con cuatro palabras lo que habían descubierto y lo que pretendían
hacer. Le dio las indicaciones. Ella le dijo que le quedaban un par de
gestiones por hacer. Le aseguró que Drackk se pondría en camino
rápidamente, que cogería su avión privado. Ella llegaría un poco
después. Aunque no se lo esperaba de parte de Natasha, ésta le dijo que
no se preocupara, con palabras amables, que todo saldría bien. Se
despidieron. Colgó el teléfono con un suspiro. No había tenido el valor
de pedirle que se pusiese Drackk. Bueno, no tardaría en verle de nuevo.
Era extraño lo que ella sentía por él. Se coordinaban a la perfección.
También era un ahroun, un guerrero. Quizá era por eso que ella sentía
mayor afinidad por él que por algún otro de la manada. Era un hombre,
normalmente eso bastaba para que Artemisa desconfiara. Pero Drackk era
distinto. No se había metido con su defecto al hablar, había estado
allí cuando ella lo necesitó, hasta había sido amable con ella. Él era
distinto. Necesitaba creer que era así.
Lanegra se había sentado en el suelo, apoyada contra la pared. A
unos metros de ella, Ramón, el alfa Roehuesos, estaba de pié, con los
brazos en jarras, observando los preparativos para la apertura del
puente. Tres gitanos, delgados y con pinta de garrulos, enseñaban a
Demothy, Gabriel y Rastalf las curiosas palabras que debían recitar
para el ritual. Pachiego charlaba alegremente con otro gitano, y ambos
daban buena cuenta de una jarra de vino. Fue a sentarse junto a la
mujer.
-¿Cómo fue? Lo… del juicio. ¿También eztabaz nervioza?–Le preguntó.
-Más que eso. Yo lo perdí todo ese día. Mi manada, mi reputación, mi hijo,…
-¿Ez verdad que engendrazte un hijo de otro garou?
-Sí, pero yo no lo sabía. Yo también soy hija de la Luna Fría. Cambié a
los diecinueve años, pero cuando nací por segunda vez ya estaba
embarazada de mi hijo. Sobreviví al parto y llevé al pequeño a Grecia,
a las hermanas Furias Negras, para que lo cuidaran. Cuando se supo,
años después, reclamaron el precio de mi sangre. Konietzo vio que
cuando yo me quedé embarazada, era considerada parentela. Pero la marca
del metis de mi hijo era demasiado evidente. Konietzo hizo lo más justo
en mi caso, y por eso le estoy agradecida. Y confío en él, en su buen
criterio.
-Pero no te apetece verle de nuevo, ¿verdad?
-No me apetece en absoluto. –Dijo Lanegra, pero luego sonrió.- Ya le conocerás.
Demothy se acercó a las chicas. Una estela de luz salía como un foco
desde el mancillado espejo hasta la pared de enfrente, a la altura de
lo que sería el primer piso.
-Ya se ha abierto el puente. ¿Nos vamos? –Les dijo.
Las dos mujeres se levantaron y se sacudieron la porquería adherida a
sus pantalones. Lanegra de despidió, uno por uno, de los Roehuesos.
Cuando llegó a Ramón, se abrazaron.
-Siempre estas ahí para salvarme el culo, gitano. Gracias. –Le dijo ella.
-Prométeme que vá a casatte conmigo argún día y quedamo empace. –Le
dijo, divertido. Estalló una risotada general de los Roehuesos.
Lanegra, sonriendo, se despidió de él y los demás con la mano. Entró
con Gabriel y Pachiego en el Puente Lunar y desapareció a sus ojos.
-Paya, -Le dijo Ramón, antes que ella también cruzara siguiendo a
Demothy.- cuídamela bieng, ¿eh? –Artemisa afirmó con la frente y
también cruzó el umbral.
Cuando llegó al otro lado, la sensación le pareció la misma que
cuando entraron en la Umbra a través de su retrovisor. Habían ligeros
cambios, pero. El suelo parecía distinguirse del resto. Era más
compacto, llegaba a notar la presión de algo sólido debajo de sus pies.
Podía advertir los límites de la anchura del camino, y parecía
suspendido sobre un espacio infinito que se extendía en todas
direcciones. Nubes azuladas fluctuaban por ese vacío. No veía el final.
No había horizonte, no había arriba y abajo, su referencia era el
puente de cristal sobre el que andaban.
-Oye, tía, -Escuchó que Rastalf le preguntaba a Lanegra.- ¿tendremos pa rato?
-Bueno, será más rápido que ir a pié por el mundo físico, pero nos llevará unas horitas. –Le contestó la mulata.
-No nos hemos traído comida ni ná… Y me apetece un café cargaico.
-Dijo, pensativo. A Artemisa le pareció extraño, habría llegado a
hacerse la idea que mientras el de las rastas tuviese un porro en la
mano ya no necesitaba nada más.
-La hospitalidad de los Colmillos Plateados el legendaria, Rasti, y supongo que un poco de café tendrán, cuando lleguemos.
-¡Ah, vale! ¡Mola! –Dijo el otro en un suspiro.- Pensaba que esa gente
sólo comía carne cruda y eso. Oye, ¿Qué llevas en esa bolsa?
-¿Esto? –Dijo la morena, abriendo su pequeño saquillo.- Es todo el
equipaje que necesito. Un pequeño recuerdo de unos garou muy
especiales. –Y sacó de dentro una vieja y gastada piedra de afilar.
Tags: Manada_Luna_Fría