En la cocina, Demothy miraba a la mujer, tumbada en el balcón. No muestra sus ojos, repetía su mente, ¿Que tienen sus ojos que no nos los quiera mostrar? Detrás suyo Artemisa gritaba a todo pulmón.
-¡Ni lo zueñez! ¡Conmigo eztará máz zeguro que con un manazaz cómo tú!
-¡Las mujeres a fregar! -Contestaba Pachiego en el mismo tono.- ¡Y las cosas importantes que las haga un hombre! ¡Ahivá la ostia, joder!
El indio salió al balcón y se acercó a Phillip.
-Es la primera vez que estamos solos... -Le dijo.
-¿Me estas proponiendo algo? -Replicó, pícara.
-Bueno... -Contestó él, insinuantemente. -...podría. Creo que deberíamos... no sé, alejarnos de ellos. Si me dejas, me gustaría invitarte a tomar algo.
-Me sorprendes. No me esperaba esto, y menos de ti, Demothy.
-¿Porqué? Considero que eres muy bonita. Quizá podría pedirte que me dejaras ver tus ojos. Tu mirada debe ser muy hermosa.
-Creo que para decirme todo esto deberías tenerme un poco más de confianza ¿no?
-Por eso me gustaría que me dejaras invitarte a tomar algo. Tenemos tiempo antes no tengamos que salir a hacer la misión.
-Eres muy ambicioso, y eso me gusta. Pero creo que deberíamos dejarlo para otra ocasión.
-¡Vamos, al menos déjame ver tus bonitos ojos! -Le pidió. Ella sonrió y negó con la cabeza. El indio no se quedó con la negativa. Con un rápido movimiento se acercó a ella y alargó su mano para alcanzar las gafas de la mujer. Ella, de un salto, se apartó de él.
-No creo que sea el momento ni el lugar, Demothy. -Dijo, su voz sonaba cortante.- Además, debo irme. Nos veremos cuando terminéis la misión.
La vio entrar en la cocina, la vio pasar por delante de Artemisa y Pachiego, enzarzados todavía con la misma discusión.
-¿Tú? ¿Cómo quierez que te tomen en zerio con eza boina zobre la cabeza?
-¡Pues para negociar estás tú! ¡Ahivá la ostia, joder! ¡Primero aprende a hablar!
-Tú al nacer te golpeazte la cabeza, ¿no? ¡Porque lo tuyo no ez normal!
Escuchó a lo lejos la puerta que se abría y se cerraba. En su mente resonaba una pregunta, ¿Que escondes, jefa?
Demothy entró en la habitación. Sus compañeros continuaban decidiendo que hacer con la maleta que, por el momento, continuaba cerrada.
Se escuchó un disparo.
Todos enmudecieron y miraron la puerta por donde había entrado el indio.
-Pachiego y Artemisa. -Explicó escuetamente éste. Los demás se relajaron en una expresión que parecía decir Ah, bueno, pues entonces no importa. Y siguieron maquinando.
Un tiro. Artemisa le había pegado un tiro. Su ira crecía por momentos.
-¡No se que hago aquí! ¡No se porqué me he tenido que meter en un equipo del que tú formas parte! ¡Ahivá la ostia! ¡Todas las mujeres sois una basura! ¡No servís ni para enfadaros, joder!
Ella le miraba a los ojos, podía sentir su odio.
-¿No? -Dijo, masticando sus palabras. -Puez me voy.
Sin mediar otra palabra, Artemisa salió del piso. Apretaba los puños en un intento de no ceder a su rabia. Se dirigió hacia donde había aparcado su moto. Algo le llamaba. Deseaba poner tierra de por medio entre ella y Pachiego. Se puso su casco, dio gas y arrancó a toda velocidad.
-¡Esa puta me ha disparado! -Dijo Pachiego entrando en la ya muy concurrida habitación. -¡Ahivá la ostia! ¡Y encima va y se larga ofendida! ¡Cómo si tuviese razón! ¡Joder!
-No tienes ninguna herida, Pachi. -Le informó Rastalf.
-¡Que sí, joder! En la pierna, me ha... ¡Ahivá la ostia! -Dijo el hombretón. Sólo una pequeña cicatriz circular atestiguaba sus palabras.
-No ha querido hacerte daño, supongo que la debes haber hecho enfadar. -Continuó el hippie.
Era cierto. Si le hubiese querido hacer daño de verdad, le hubiese clavado sus garras en el estómago, o le hubiese desgarrado la garganta de una dentellada. Pero esta certeza no le quitó el enfado.
-¡Ahivá la ostia, joder! ¡Bueno! ¿Y qué hacemos con el maletín? ¿Lo abrimos?
-No, aunque yo sea el primero en querer saber qué contiene, no creo que sea conveniente destapar el pastel. Veamos a donde nos lleva.-Contestó el indio.
-¿Pastel? Phillip ha dicho que era una misión sencilla. ¡Sería un pastel si, por ejemplo, nos volvemos a encontrar a aquella mujer del aeropuerto! ¡Ahivá la ostia, joder!
Entre ellos se hizo el silencio. Otra vez aquella sensación, aquella certeza de desgracia inminente.
-¡Cállate, gafe! -Masculló Natasha.
-Ejem... ¿Y dónde ha ido Artemisa? -Intentó Rastalf, inusualmente despierto.
-¡Y yo que sé! ¡Ahivá la ostia, joder!
-Deberemos esperarla. -Concluyó Demothy.
El túmulo de Vallgorguina seguía cómo lo habían dejado, vacío, sereno. La paz que se respiraba la tranquilizó. Artemisa decidió sentarse y relajarse en aquella atmósfera de quietud. Sintió que sus músculos se relajaban y que su mente se serenaba. Se hizo el silencio en su interior, y en ese vacío nació una certeza. Nadie sobra en el mundo de Gaya. Nadie es prescindible y todos tienen una misión, un motivo. Al igual que el enfado con Drackk le hizo ver la esencia de su naturaleza, igual Pachiego estaba en su vida para enseñarle algo. Los valores de la tolerancia, tal vez. Esa era la magia de Gaya. Todo, bueno o malo, sucede por algún motivo. Pachiego tendría también su razón. Artemisa sonrió. Acarició el huesecillo de la suerte, despojo de alguno de los seres que habían servido de presa en la cacería de esa noche. Todo estaba bien… la diosa Gaya era mujer.
Demothy fumaba un cigarrillo mirando el atardecer por la ventana. Aparentaba calma, pero dentro de él un bullicio de pensamientos hervían cómo la lava de un volcán. Uno de ellos era para Artemisa. No era imprescindible para la misión, de hecho nadie lo era, pero no le gustaba la sensación de impotencia. No era prudente hacer lo que había hecho ella. No lo era. Otro pensamiento era para su propia vida. Sus padres, en Estados Unidos, en la reserva navajo, esperaban que fuera un gran psicólogo. Esperaban sacarle de la mísera vida que llevaban ellos. Pero a él lo que le gustaba eran los misterios, los hechos paranormales. Le gustaba entender aquello que la gente no entendía. Descubrir lo oculto era su mayor pasión. El mundo estaba en constante cambio. Él quería saber. Era consciente que su nueva esencia le daría aquello a lo que un humano no llegaría jamás.
Ordenó los temas en su mente por orden de prioridad. Su pasado lo relegaba a última posición, ahora tenía todo un futuro distinto que vivir. Los otros pensamientos volverían a él reiterativamente, como siempre. Y en lo que acontecía a su compañera de equipo... sólo hacía falta verla para saber que podría cuidar de si misma. Además, Demothy estaba seguro que la volverían a ver antes que lo de esta noche concluyera. Ahora lo que le preocupaba de veras era el tema del maletín.
Se fue de nuevo a la habitación en la que sus compañeros seguían discutiendo.
-Que, ¿nos vamos? -Les dijo.
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