
Se encontraba en aquella habitación tan desordenada, por quinta vez en su vida... La verdad es que la recordaba igual que la otras cuatro veces, papeles amontonados por doquier, libros de tapas viejas tirados por cualquier rincón y los diskets polvorientos, apilados de tal manera que parecía que en cualquier momento fueran a caer. En medio de aquel caos, y sobre una mesa de madera oscura, reposaba el antiguo ordenador, que nunca había encendido...
Buscaba información, ya fuera escrita a mano con tinta ya casi desvaída, en letras de imprenta sobre páginas amarillentas o en discos magnéticos... Deseaba la información de aquel lugar porque sabía que en esa habitación estaban las respuestas a todas las preguntas que su cerebro y espíritu pudieran formular.
Frenéticamente empezó a recoger toda hoja, tomo o disket que llamara su atención, lo hacía caóticamente, sin orden, sin fijarse siquiera en las palabras que pudieran estar a la vista. “Ya lo miraré más tarde, en casa, con calma”, se decía mientras lo recogía todo, y por ello, nunca leía nada...
Era curioso, las otras cuatro veces había pensado lo mismo... Las otras cuatro veces también había recogido todo el material que había podido, ¿qué había fallado entonces? En sus manos ya no cabía nada más, mientras se hacía la pregunta.
Abrió los ojos de repente, su hermana acababa de irrumpir estrepitosamente en su habitación para cogerle un par de calcetines. Le gritó, aunque fue más bien el sonido que hace cualquier persona cuando la despiertan, quiere dejar constancia de que no le ha gustado, pero sin despertarse del todo. Su hermana le soltó un distraído “Lo sientooooo.” y la instó a levantarse tirándole de la colcha. Apartó el resto de la colcha con desgana, y se puso a buscar sus zapatillas con desgana mientras su hermana salía de la habitación con su objetivo en las manos. Dichosa su hermana, le había interrumpido un sueño de los buenos...
Lástima que no recordara nada sobre él...
¡¡Bezoteeeeeez!!
Plebe.
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