Las sensaciones que le producía su cuerpo lobuno le hacían ver el mundo de otro modo. Ciego de nacimiento, Gabriel podía oler matices en el aire que le definían los conceptos de la realidad cómo si pudiera verla. Madera y cuero, una silla. Cal, una pared. Un olor a humo, dulce y oleoso… para eso no necesitaba su nuevo olfato de lobo, es que estaba al lado de Rastalf.
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