
Para viajar de isla en isla, los habitantes del archipiélago usaban su poder de levitación, total, entre cada isla, solo había poco más de cincuenta metros, un salto levitador les bastaba para ir de una en una y no cansarse. Aunque claro está, solo podían darlo por los pasos con semáforos establecidos, y siempre y cuando esto estuvieran en verde. Aún así, por en medio de estos pasos, habían siempre pequeños islotes desolados, en los que la gente tendía a nunca detenerse.
Uno de aquellos islotes desolados, tenía forma de pájaro volando. Su abuelo le había explicado enfadado, tras enseñarle una foto del lugar, que los habitantes habían acabado con toda la vida aviaria del lugar y que por ello, la isla era inhabitable… Para ella, era un lugar para explorar, donde jugar y curiosear, por lo que al pasar el semáforo en verde, se detuvo, quedándose sola en el islote.
Trotó por él, divertida, buscando los minicampos de cultivo que había visto en la foto, o las balsas de agua dulce, e incluso las antiguas casas… Nada. Incluso excavó pequeños montículos de piedra hasta volverlos nada. Y siguió con el mismo resultado.
La noche iba cayendo cuando en uno de los extremos de la isla, encontró unas velas en el suelo. “Anda, son velas que debían usarse para algún ritual con el volcán interior.”. Sonrió y decidió encenderlas con un pequeño soplo. La imagen de la luz de las velas, iluminando aquella isla con forma de pájaro de noche, le gustó, y decidió encender las de toda la isla. Pequeños soplos soltaba, y estas se iluminaban, hasta que llegó un momento en que las velas se encendían por sí solas, con grandes llamaradas, el volcán, seguramente.
Se dio cuenta de que había metido bien la pata, por lo que voló sobre el mar hasta el puerto más cercano, cayendo junto a un guarda y diciéndole mientras caía exhausta: “Antes de nada, lo siento mucho”.
Tags: Sueños, Historias_Varias